1 de marzo de 2013

El asesino está entre los trece (1973)


Retomamos el cine en nuestro idioma con esta película española estrenada en 1973 y que cuenta en su reparto con la participación de Paul Naschy y una joven Carmen Maura, que para aquel entonces tenía apenas 28 años de edad.


Inicialmente mi interés en esta película estaba motivado al hecho de contar con la presencia del gran Paul Naschy entre sus actores, pero para mi sorpresa su papel es casi testimonial, desempeñándose como chofer y apareciendo unas tres veces en toda la película. Por su parte, el papel de Carmen Maura tiene más relevancia en la trama, pero la pobre no cuenta ni tan siquiera con nombre propio. No es especificado en los créditos y en IMDb la mencionan únicamente como "mujer de Guillermo".


Sin embargo, podríamos considerar esta reseña como un homenaje a la bella Patty Shepard, actriz nacida en los Estados Unidos pero radicada en España desde los 18 años y que falleciera a principios de año como consecuencia de un infarto. Si el nombre no les dice nada, se trata de quien diera vida a la Condesa Wandesa Dárvula de Nadasdy en La noche de Walpurgis, otra producción que compartió con Paul Naschy.


Es precisamente Patty Shepard (interpretando a la viudad Lisa Mandel) quien lleva la batuta en El asesino está entre los trece, reuniendo en su casa de campo tras dos años de la muerte de su marido, el acaudalado abogado Carlos Mandel, a doce personas que de un modo u otro estuvieron relacionadas con él y entre quienes ella asegura se encuentra el asesino del abogado. La decimotercera sospechosa vendría a ser ella misma, como bien lo hace ver Martín (José María Prada), al mencionar que ella es quizás la principal beneficiada con la muerte de su marido.


Poniendo las cartas sobre la mesa y explicando los posibles motivos que podría tener cada uno de los presentes para haber cometido el crimen, se va una primera media hora muy prometedora. A partir de allí la historia pierde algo de ese empuje inicial, con irrelevantes escenas de sexo y unos personajes más preocupados por sus conflictos personales que por la seriedad de la acusación realizada por la viuda. Pero logró mantener mi interés porque no fui capaz de adivinar la identidad del asesino sino hacia el final de la película.

Si bien en un principio puede que se trate de un simple thriller al estilo de aquellos whodunit anglosajones (me viene a la mente por ejemplo Ten Little Niggers de Agatha Christie), no he podido resistirme a etiquetarla como giallo dado que hace acto de presencia el emblemático asesino de guantes de cuero negro sin ningún reparo para seguir sumando cadáveres a su lista personal.


Sin tratarse de una maravilla cinematográfica y a pesar que considero que Javier Aguirre pudo hacer más con el argumento, me resultó una película de lo más entretenida y en mi opinión está a la espera de ser redescubierta por los amantes de este género.

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