30 de julio de 2016

I Bury the Living (1958)

La película de la que hoy hablaremos es un pequeño clásico del cine de terror de la década del 50, dirigida por Albert Band, quien si bien no realizó muchos trabajos en el rol de director, suya es también Ghoulies II. En el rol donde fue más prolífico fue en el de productor, destacando títulos como Troll, TerrorVision y Trancers III.


El papel estelar en I Bury the Living le corresponde a Richard Boone (a quien ya tuvimos por estos lares con The Last Dinosaur), interpretando a Robert Kraft, el miembro de un comité de empresarios, quienes se rotan anualmente la dirección de un cementerio llamado Colinas Inmortales. Si bien el trabajo se promete sencillo y que solo le exigirá unas pocas horas a la semana, Kraft desde el primer momento se muestra reacio a asumir el cargo aduciendo que tiene demasiadas obligaciones con su otra empresa, pero los otros miembros le informan que es una responsabilidad ineludible y que ellos también pasaron por eso.


En el cementerio es recibido por Andy McKee (Theodore Bikel), el cuidador y encargado de realizar diversas tareas en el cementerio, quien amablemente la hace una pequeña visita guiada por las instalaciones y le presenta el mapa que tendrá Kraft en su oficina, se trata de un mapa del cementerio con cada una de sus parcelas y propietarios, señalados los que aún están vivos con alfileres blancos y los difuntos con alfileres negros.


En el primer día de trabajo recibe la visita de los recién casados Stuart (Glen Vernon) y Elizabeth Drexel (Lynette Bernay), quienes recibieron como regalo de bodas un terreno en ese camposanto. Kraft, aún bisoño en este oficio, se equivoca al momento de ubicar en el mapa a los nuevos propietarios y emplea alfileres negros en lugar de blancos. Al día siguiente se entera de la trágica muerte de la pareja en un accidente de tránsito.


Inmediatamente le atribuye a lo acontecido alguna influencia por su error y tras hacerle saber su preocupación a McKee, se le ocurre cambiar al azar en el mapa un alfiler blanco por uno negro. A la mañana siguiente recibe la noticia de que esa persona también ha fallecido y se pone en contacto con el detective de homicidios Clayborne (Robert Osterloh) para informarle de la situación.


Como era de esperarse, Clayborne no se toma en serio las afirmaciones de Kraft y se marcha del cementerio sin darle mayor importancia a lo que le parecen son los delirios de un lunático. Lo único que consigue es que su tío George (Howard Smith) se interesa por la situación y este le propone colocar un alfiler negro en el lugar correspondiente a Henry Trowbridge (Russ Bender), uno de los socios. A cambio le ofrece que si algo llegara a sucederle esa noche a Trowbridge, George personalmente abogaría por él ante el comité para que acepten su renuncia.


¿Qué creen? Durante esa noche también Henry Trowbridge resulta víctima del mapa y del poder que pareciera acompañar a Robert Kraft, pero este ha cambiado de parecer y ya no desea renunciar al cementerio hasta que no se aclare la situación. Los restantes miembros del comité aceptan respaldarlo en el puesto solo si cumple con un requisito: que cambie los alfileres de ellos tres para que de una vez por todas se convenza de que todo ha sido una desafortunada pero simple coincidencia.


A estas alturas ya debe estar de más decirles que al finalizar la noche los tres socios han fallecido. La situación finalmente logra despertar el interés del detective Clayborne, pero la investigación no logra determinar ninguna culpabilidad por parte de Kraft y todas las muertes han sido accidentales. ¿Realmente el mapa encierra una fuerza sobrenatural capaz de acabar con la vida de aquellos marcados por un alfiler negro? En medio de la angustia, Robert decide reemplazar los alfileres de las siete víctimas por alfileres blancos con la convicción de que esto los devolverá a la vida, el terror pareciera no tener fin cuando visita sus tumbas y descubre que todos los cuerpos han desaparecido.


En el que apenas fue su segundo trabajo cinematográfico, Albert Band hace un excelente trabajo al crear un atmósfera claustrofóbica durante la película, puesto que el grueso de la misma transcurre en la oficina del director del cementerio, con un Robert Kraft al borde de la locura al hallarse agobiado por la culpa. Tal vez esto haya sido consecuencia del bajo presupuesto disponible pero la ejecución es excelente.

Una película breve y sencilla pero a la vez efectiva y diría que de una calidad superior a otras producciones del género provenientes de la misma década. El DVD tiene una excelente calidad de imagen y además se encuentran disponibles subtítulos en nuestro idioma, no la dejen pasar.

Tráiler:

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