6 de mayo de 2013

La tumba de los muertos vivientes (1983)

A pocas semanas de su muerte, el día de hoy pondremos fin a una grave omisión en la que habíamos incurrido en este blog y reseñaremos nuestra primera película de Jesús Franco. En este caso será La tumba de los muertos vivientes en su versión española, puesto que simultáneamente se rodó una versión en francés siguiendo la misma trama pero con algunos actores diferentes.


La acción transcurre en un país del norte de África (presumiblemente Egipto, si bien nunca llegan a mencionarlo y la película fue filmada en las Islas Canarias). Allí en 1943, en pleno auge de la Segunda Guerra Mundial, ocurrió una sangrienta batalla entre el llamado "Comando de la muerte" y las tropas inglesas, en donde solamente sobrevivió el Capitán Herbert Blabert (Javier Maiza), descubierto moribundo en el desierto y atendido por el jeque Mohamed Al-Kafir (Antonio Mayans) y su hija Aisha (Doris Regina).

El Capitán Herbert Blabert en acción, defendiendo los intereses de la Corona británica. Además, una peculiar forma de disparar un arma.

Al momento de ser emboscado en el oasis de Duar Al Mushur por las tropas inglesas, el Comando de la muerte transportaba un preciado cargamento bajo órdenes del mismísimo Mariscal Erwin Rommel, desde entonces nadie ha podido visitar el sitio y salir con vida, sirviendo eso para alimentar la leyenda local que indica que los espíritus de los soldados alemanes todavía moran el lugar y defienden los cofres a como dé lugar.


Eso no impide que el Coronel Kurt Meitzell (Eduardo Fajardo) llegue al país en compañía de su mujer de turno (Lina Romay) y busque engatusar al capitán Blabert para que olvide las rencillas del pasado y le ayude a encontrar el tesoro, bajo la promesa de compartir con él a partes iguales los lingotes de oro, que ascienden a un valor de 20 millones de libras esterlinas.


Lo que sigue es la expedición de Kurt y su mujer al oasis, con trágico desenlace para sorpresa de nadie, pero al menos es una secuencia que sirve para ver a Lina Romay topless.


Por su parte en Inglaterra se encuentra el hijo del Capitán Blabert, Robert Blabert (Manuel Gélin), quien recibe un telegrama con la noticia del fallecimiento de su padre y, en lugar de atravesar un duelo por la pérdida de su progenitor, decide organizar una excursión a África para apoderarse del famoso tesoro nazi.

Todos muy felices pensando en el oro que desenterrarán.

Tal vez se estén preguntando ahora cómo una película sobre zombies nazis tiene un pobre 2,0/10 en IMDb. Me atrevería a decir que uno de los motivos es el pobre maquillaje de los zombies y la falta de gore todas las veces que intervienen.


No obstante, a pesar de ello estaba disfrutando la película con todos sus despropósitos, como las típicas actuaciones y diálogos poco convincentes. El problema mayor creo que está en el clímax de La tumba de los muertos vivientes, el cual ocurre cuando las expediciones del hijo del Capitán Blabert y de un profesor que habían conocido el día previo se encuentran en el oasis para buscar el tesoro. Cuando llega la noche son emboscados por estos combatientes de la Afrika Korps, pero tanto el ataque como la defensa transcurren con una lentitud y torpeza tal que se pierde cualquier posibilidad de generar un impacto positivo en el espectador. Al final sobreviven solo dos personas y queda espacio para una moraleja cuando una de ellas dice que la experiencia le ha servido para encontrarse a sí mismo.


Recomendada para admiradores de la obra de Jess Franco, amantes del cine de zombies sin mayores pretensiones y oficiales del Tercer Reich que consumen sus últimos días viendo cine de bajo presupuesto.

Poster de la versión francesa.

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