Este ha sido un mes de poca actividad, no porque haya visto menos películas de lo habitual sino porque las últimas semanas se han ido o bien en producciones de mayor presupuesto o bien películas tan nefastas que no tenía nada que contarles sobre ellas. De hecho, la película con la que cerraremos el mes de julio es de un corte más serio de lo que solemos reseñar en este blog y se trata de un drama penitenciario dirigido por el gran Juan Bustillo Oro: El asesino X.
Para quienes no lo conozcan, Juan Bustillo Oro fue un talentoso director y guionista mexicano, quien falleciera en 1989 en Ciudad de México, la misma ciudad que lo vio nacer 85 años antes. Hasta ahora yo solo había visto dos películas suyas, ambas de 1934 y tan buenas que aprovecho la ocasión para recomendárselas: Dos monjes, en donde se desempeñó como director y guionista; y El fantasma del convento, colaborando junto al director Fernando de Fuentes en la elaboración del guión. El asesino X, producida dos décadas más tarde, me ha mostrado a un Juan Bustillo Oro igualmente efectivo en la dirección y guión de un género distinto y lamentablemente a día de hoy es un título que continúa sin estar disponible en DVD. Tuve que conformarme con verla gracias a una emisión del canal De Película.
La película comienza por el final, con un hombre hablando con un guardia y lamentándose por no haber podido obtener ninguna confesión del preso recientemente ejecutado. Pasan los créditos de presentación y seguidamente vemos al mismo hombre presentando el contenido del expediente #320462, con el caso del estado de California contra el señor X por homicidio con todas las agravantes, y dirigiéndose a la cámara para contar la historia de este hombre. Este caballero es el señor Harrison García (Carlos López Moctezuma), alcaide de la prisión.
Bajo la solemne voz de un narrador que empieza su relato diciendo "Esta es la sombría historia de un hombre cuyos pasos ya no resuenan en la tierra", vemos al protagonista usurpar la identidad de un tal Robert Francis para ingresar a la residencia de Frank Richards y ultimarlo de cinco disparos; a pesar de la insistencia de este Richards por darle una importante suma de dinero como parte de todo lo que le correspondía.
Como habrán podido notar, los nombres de los personajes son anglosajones y ya les mencioné que la trama se desarrolla en Estados Unidos, concretamente en el estado de California; en concordancia con ello todos los carteles que se ven en las calles se encuentran también en la lengua de Shakespeare. Todo eso da lugar a un detalle simpático y es que siempre se hace hincapié en el origen mexicano del asesino y durante el juicio se menciona el acento característico que tiene al hablar en inglés, si bien todos están hablando en español y todos los integrantes del reparto son mexicanos.
Si bien el asesino se entrega voluntariamente tras cometer el crimen, este se refugia en una amnesia deliberada a fin de ocultar no solo su móvil sino también su identidad. En consecuencia, por obra de los periodistas y los mismos policías empieza a ser conocido por los nombres de "señor X" o "asesino X"; y una vez dentro del sistema penitenciario, simplemente como reo 10826. No obstante, nosotros como espectadores conocemos que su verdadera identidad es la de Carlos Encinas (Manuel Fábregas), un hombre que escapó desde muy temprana edad de su México natal y a quien su madre ha reconocido en los artículos que han sido publicados en la prensa respecto a este misterioso delincuente anónimo.
Su madre, la señora Encinas (Doña Prudencia Griffel), le escribe una carta al alcaide manifestándole su angustia al notar un gran parecido entre el acusado y su hijo al que no ve desde hace más de veinte años. En este punto la historia cae en el melodrama típico del cine mexicano de esa época y el carcelero Harrison García se conmueve por ser él mismo hijo de una mujer mexicana y abandona temporalmente su cargo para ocuparse de la defensa del señor X.