Hoy es el día de hablar de uno de los grandes clásicos del cine de ciencia ficción y horror de bajo presupuesto: The Brain That Wouldn't Die.
La historia, como muchas de sus similares de los años '50 y '60, nos presenta a un hombre que se desenvuelve en la delicada línea entre ser un adelantado a su tiempo o un simple científico loco.
El Doctor Bill Cortner, a pesar de las objeciones de su padre y colega, está dedicado de lleno a los experimentos relacionados con los transplantes en seres humanos, al punto de convertírsele en una obsesión y robar partes de cadáveres en el hospital donde trabaja.
Un día recibe una llamada de emergencia y se dirige al lugar a toda velocidad en compañía de su novia. A los pocos instantes ya se sabe lo que va a suceder, pierde el control del auto y se salen del camino en un terrible accidente. Con el vehículo en llamas, el doctor observa que su novia ha quedado decapitada y lo primero que se le ocurre es tomar la cabeza y huir con ella. No hay tiempo que perder.
Las bajas puntuaciones que presentan en IMDb las cintas de este estilo, se deben en mi opinión, más allá de que por su temática cuesta mucho que envejezcan bien, a que en buena parte de la trama sucede más bien poco. En el caso concreto de The Brain That Wouldn't Die, los primeros minutos hasta que ocurre el accidente lucen bastante prometedores; pero a partir de que el Doctor Cortner llega a su laboratorio secreto y conecta la cabeza de su novia, pasamos la hora restante viendo sus infructuosos intentos por conseguirle un cuerpo.