Películas B

Las producciones más geniales del séptimo arte

El día de hoy traemos una película de Hiroshi Takahashi, quien fuera el guionista de la afamada saga Ringu y director de la ya reseñada Sodomu no Ichi, película que aprovecho para volver a recomendarla si están con ganas de ver una de esas que son tan malas que terminan resultando divertidas. En Kyôfu, o The Sylvian Experiments como es conocida en inglés, Takahashi desempeña los dos roles y el resultado en mi opinión no es del todo satisfactorio.


La historia inicia con una pareja viendo un video sobre experimentos en humanos llevados a cabo por los japoneses a lo largo de la Segunda Guerra Mundial; durante la sesión entran a la sala sus dos pequeñas hijas y el destello de una luz blanca pareciera marcarlos a todos para el resto de sus vidas.


De vuelta al presente encontramos a un grupo de cuatro jóvenes que contactaron a un quinto por internet para suicidarse en grupo. Van a un lugar apartado, sellan las puertas del vehículo, cada uno se toma una pastilla para acabar con su vida y... todo resulta una gran mentira de Hattori, ese quinto suicida en realidad trabaja para la doctora Etsuko (Nagisa Katahira), la misma que vio el video del comienzo y necesita especímenes para sus experimentos.


Así es estimados lectores, dentro de la categoría de científicos locos me atrevo a decir que es la primera mujer que tenemos en este blog. La doctora Etsuko ha estado obsesionada por años con la estimulación eléctrica del cerebro humano y la supuesta capacidad que dichos estímulos confieren para ver otras dimensiones. La sorpresa más grande en esta primera parte de la película es que entre los cuatro conejillos de Indias se encuentra Miyuki (Yuri Nakamura), una de sus hijas, a quienes abandonó hace muchos años. Eso no impide que Etsuko le abra el cráneo y experimente con ella del mismo modo que con los demás.

21.3.15

Caramelle da uno sconosciuto (1987)

Publicado por Marcel |

Entre ver cine serio por culpa del Oscar y las obligaciones del día a día marzo está por llegar a su final sin que hayamos publicado ninguna reseña durante un mes. Por ello la ocasión es más que propicia para hablarles de Caramelle da uno sconosciuto, un poco conocido giallo que en 1987 representó el único trabajo como director de Franco Ferrini.


La historia es una que ya ha sido contada en otras oportunidades: las prostitutas de una ciudad están siendo asesinadas y la policía no pone demasiado interés en encontrar al autor de los crímenes por estar estos dirigidos exclusivamente a las mujeres de la mala vida, habitualmente menospreciadas por los diversos sectores que integran la sociedad.


Ante esta pasividad de las autoridades las prostitutas deciden dejar atrás posibles roces y diferencias que hayan tenido en el pasado y forman una suerte de sindicato, con reuniones periódicas en las que repasan las últimas novedades en cuanto al asesino y discuten distintos sistemas para aumentar la seguridad de estas trabajadoras sexuales.


El principal problema con la película es que después que ocurren las muertes iniciales y se da paso a esa organización de meretrices la trama decae, el asesino pasa a segundo plano y lo que vemos son las actividades diarias de las actrices principales, su interacción con sus clientes, sus problemas familiares y sus inseguridades. Se me ocurre que con esto Ferrini buscaba mostrar el lado más humano de las practicantes del llamado oficio más antiguo del mundo y hacer ver que son mujeres como cualquier otras, merecedoras del mismo respeto y los mismos derechos, pero en mi opinión no era la película para tal fin.

Prostitutas al servicio de la justicia.

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