Todo un clásico dentro del género de terror son las películas de zombies. La idea de los muertos volviendo de sus tumbas para atacar a los vivos siempre ha fascinado a los amantes del cine de terror. El día de hoy tenemos a Zombie Genocide, una película de cero presupuesto que se anuncia como la primera película de zombies producida en Irlanda del Norte.
Desde que a muy temprana edad me aficioné al cine de terror debo haber visto decenas de largometrajes en los que el miedo corría a cargo de los no muertos. Muchas de ellas nefastas, en especial producciones de bajo presupuesto que no aportan nada nuevo en cuanto a historia y carecen de calidad. Dentro de ese cine aficionado me atrevo a decir que Zombie Genocide destaca positivamente a pesar de ser la obra debut de dos amigos, Andrew Harrison y Darryl Sloan, quienes se repartieron las tareas de dirección, guión, producción, efectos especiales y banda sonora; además de interpretar a dos de los personajes principales. Ellos junto a otros dos amigos y un grupo de extras para los zombies fue todo lo que necesitaron para darle vida a este genocidio.
Roger (Harrison) en compañía de su hermano Steve (Jason Morrison) y otros dos amigos: Doc (Sloan) y Peter (Paul Barton) han estado toda una semana acampando en el bosque y cuando finalmente regresan a su ciudad y se separan para ir a sus casas son sorprendidos por unas calles vacías a las que en un principio no le dan mayor importancia. Peter es el primero en descubrir que sus vecinos se han convertido en muertos vivientes cuando es emboscado y mordido por uno de ellos.
Doc corrió con mejor suerte porque alguien de su familia tuvo la delicadeza de dejarle un cassette con una grabación que le explica la situación y que debe huir de ahí lo antes posible. En primer lugar se dirige a casa de Steve y Roger para advertirles del peligro que corren, no sin antes matar unos cuantos zombies en el camino gracias a una pistola que tomó de un suicida.