Blood Voyage fue el único trabajo como director de Frank Mitchell, un nombre que probablemente no les diga nada pero se ve que pasó su vida relacionado con el mundo del cine puesto que según IMDb participó en 86 películas, aunque la mayoría de sus papeles fueron como extra.
Un grupo de siete personas emprende un viaje en yate hacia Hawái y durante el viaje uno a uno empiezan a desaparecer o ser asesinados los tripulantes de la embarcación. El viaje lo ha organizado Jules (John Hart), un psiquiatra que planea casarse con Jill (Laurie Rose), su joven prometida, al llegar a la isla. En la aventura son acompañados por la hija de Jules, Carol (Mara Modair), quien no mantiene la mejor de las relaciones con su padre y no aprueba esa unión porque pone en peligro su herencia y Amy (Midori), una paciente psiquiátrica con problemas de adicción a las drogas bajo el cuidado del doctor Jules. A bordo les esperan Mack (Pete Kellett), el capitán del barco, y sus ayudantes Pete (Doug Hume) y Scotty (Gene Tyburn).
A continuación hay una escena en la que Jules y Mack hablan de un tal Andy Mason (Jonathan Goldsmith), quien fue dado de baja del ejército tras haber servido en Vietnam y que pasará por ahí a saludar antes de que ellos partan rumbo a su destino. Esa primera noche alguien asesina con un hacha a Pete, pero a la mañana siguiente simplemente piensan que no se presentó a trabajar y le ofrecen a Andy su puesto como miembro de la tripulación, a lo que este accede y se les une en el viaje.
A decir verdad no hay mucho más que contar sobre la película. Dura apenas 75 minutos y al poco tiempo de haber zarpado ocurre la segunda muerte, las otras se suceden rápidamente hasta llegar a la confrontación final. Por otra parte, si bien el perfil de cada personaje está pensado para que uno sospeche de cualquiera de ellos apenas se produzca la primera desaparición, en mi opinión, uno de ellos resulta más evidente que el resto y en el desenlace resultó que efectivamente había acertado mi suposición.
A pesar de las múltiples muertes que ocurren a bordo de esta embarcación, no es mucha la sangre que se exhibe en pantalla en Blood Voyage. De no ser por una larga escena al comienzo con los senos de Carol descaradamente visibles y otra en la que se muestra al detalle la preparación de una jeringa con heroína, diría que la película luce más bien como aquellas producciones para televisión de los años 70 que una película con elementos de terror con nivel para la gran pantalla.